St. Vincent hipnotiza Riot Fest con un set visceral y teatral

Annie Clark desató su furia artística en un espectáculo electrizante, desafiante y envolvente

Foto: Anthony Linh Nguyen/Riot Fest

Pocas artistas logran dominar un escenario como lo hace St. Vincent, y su presentación el sábado por la noche en Douglass Park fue un ejemplo perfecto de por qué merece estar en la cima de cualquier cartel. Lo suyo no es solo música: es arte performático, ópera industrial, y psicodrama rock, todo envuelto en una sola figura magnética.

Annie Clark abrió su set con “Reckless”, envuelta en una atmósfera densa de piano y ruido industrial, anticipando un viaje sensorial que oscilaría entre el caos y la elegancia. Lo que siguió fue una inmersión profunda en su disco más reciente, All Born Screaming, del que destacó piezas como “Big Time Nothing”, “Flea” y la brutal “Broken Man”, donde literalmente rompió el escenario —desgarrando sus medias, arrojando el micrófono y gritando con furia liberadora.

Con un show de luces estroboscópicas, cámaras en primer plano que captaban hasta el más mínimo gesto, y coreografías improvisadas entre arcos escenográficos, St. Vincent transformó el escenario en un teatro experimental de alto voltaje. Aunque no interpretó adelantos del recién anunciado Todos Nacen Gritando, su versión en español del disco, eso no impidió que su show se sintiera completo, casi espiritual.

Temas ya clásicos como “Los Ageless”, “Digital Witness” y “Birth in Reverse” fueron recibidos con euforia, recordando que más allá de su evolución constante, Clark siempre honra su propio legado con la misma intensidad.

Su cierre con “All Born Screaming” fue casi una experiencia religiosa: luces blancas cegadoras, cantos rituales, y una entrega emocional que dejó sin aliento a una audiencia que, por momentos, pareció estar en trance.

Más que un concierto, St. Vincent ofreció un ritual estético. Y aunque no fue la headliner oficial de la noche, para muchos, ella fue el verdadero acto principal.